Hace años, cuando los burros eran una herramienta de trabajo, un hombre compró una burra a un marchante, una vez la hubo llevado a su casa, se dio cuenta que le habían engañado, la dentadura del animal, que el vio entera e intachable, se fue cayendo a poco a poco, algunos molares eran cachos de madera pintados de blanco y artísticamente pegados en su boca, y sus heridas, profundas, estaban muy bien maquilladas pareciendo supérfluos lunares. La burra era lo que se suele llamar un tente mientras cobro.
El hombre, enfadado, fue a protestar ante el vendedor y le dijo que le había vendido una burra llena de trampas y en un estado verdaderamente lamentable; éste le contestó "creo que haces mal al decir esto, pienso que si quieres revender la burra no debes airear sus defectos, antes bien, deberías poner en evidencia ante los demás sus muchas virtudes, aunque no las tenga".
Esta conocida fábula es lo que me viene a la mente cuando se le quiere obligar al Presidente de Gobierno a que diga lo mal que va España.
Si la economía de un país depende de lo bien o de lo mal que ese país se vende ante los demás países, qué ayuda a los habitantes de ese país que su Presidente ponga en conocimiento de los demás los defectos y debilidades de su economía, ¿No será mejor que sea prudente en sus declaraciones, resalte las virtudes de ese país y no sus puntos débiles? eso sí, tratando de paliar en lo que él pueda la incidencia negativa de las corrientes inflacionistas producidas en gran medida por algo en lo que no tiene manera de incidir, que es el alza del precio del petroleo, un alza que viene claramente producico por una guerra que si hubiesemos querido más estabilidad de precios, nunca se hubo de haber producido.
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