lunes, octubre 30, 2006

Funcionarios en ecoesferas

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La Administración tuvo su big bang y se expande con un movimiento similar al del universo. Cuando nos engulla a todos, ¿quién hará cola ante las ventanillas?

La función crea el órgano. Esta ley en la que se basa la biología moderna está incompleta y así lo he constatado después de observar durante más de 25 años la actuación de las diferentes administraciones que nos han gobernado.

Si Darwin en lugar de obsesionarse con el estudio de los galápagos y las orquídeas hubiera echado un vistazo a los periódicos del día, podría haber perfeccionado su axioma enunciándolo de la siguiente forma: “la función crea el órgano; y el funcionario, el organismo”.

Siento tener que exponer mis reflexiones en este papelucho que esta tarde estará en la basura, cuando escrito en una revista científica podría optar al Nobel o, al menos, al IG Nobel. Lo hago porque a ustedes les tengo cariño, aunque sé que la mayoría sólo mira las fotografías y no lee los textos.

A lo que iba: cálculo que el 30% de los funcionarios se dedican a crear organismos por orden directa de sus superiores. Si no fuera así, a la Administración vasca le sería imposible seguir creciendo en un país tan pequeño como el nuestro, y eso es nefasto para el nepotismo ilustrado y uniformemente acelerado. A un político no se le mide por el tamaño de su órgano, sino por la cantidad de organismos que crea. Y algunos lo hacen a tal velocidad que hasta les cuesta encontrar un nombre para el engendro que no esté en uso, como por ejemplo: Departamento subdelegado de la jefatura del clubster de la Dirección de aparataje y desarrollo.

Vamos, que un consejero que se precie va de visita a un edificio de oficinas, y cuando sale ha dejado el embrión de un organismo autonómico creciendo como el huevo del Alien en la nave Nostromo. En pocas semanas habrá allí una eclosión de funcionarios de carrera y decenas de interinos junto a la máquina de café preguntándose unos a otros qué tienen que hacer, se es que tienen que hacer algo.

En el fondo me dan pena, porque les veo como a náufragos en medio de un proceloso mar de papeleo. Hace una semana encontraron una de estas oficinas perdidas en un edificio industrial que iba a ser derruido. Era de la época de Garaicoetxea y había sido creada para el estudio y desarrollo de los isocarros como alternativa ecológica a los taxis de gasóleo de calefacción pirateado. Cambió el gobierno y se olvidaron de ellos. Fieles a su juramento administrativo-“los políticos cambian, nosotros permanecemos”- siguieron fichando y estudiando los isocarros ajenos al mundo, como esos camarones que viven en el interior de una ecoesfera de cristal. Su loable sacrificio será algún día recompensado.

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