...y la mentira creyentes.
Reacción científica ante la llegada del creacionismo.
Procedente de Estados Unidos, el creacionismo -la negación de la teoría de la evolución de Darwin y la defensa de la versión bíblica de la creación súbita de todas las cosas por un ser superior- ha llegado a Europa. La pasada semana, el diputado polaco Maciej Giertych, el mismo que tiempo atrás realizó una inflamada defensa del franquismo en la Eurocámara, auspició un debate en el Parlamento Europeo en el que pidió acabar con el monopolio de las teorías darwinistas de las aulas. En consonancia con esta actitud, Polonia -el actual ministro de Educación es hijo de Giertych- quiere eliminar el darwinismo de la escuela, y una universidad parisina va en esta dirección.
Las reacciones aparecen poco a poco: hasta ahora, la más notable ha sido de la británica Royal Society, que ha instado a los sindicatos de profesores y a la propia Iglesia anglicana contra la enseñanza del neocreacionismo en la escuela. Toda la comunidad científica se ha puesto al servicio del darwinismo, compatible con cualquier creencia, y que expresa la verdad incontestable, obtenida por medios científicos y no como consecuencia de alguna mágica revelación.
En el libro de Ernesto Carmena se nos advierte que estas seudoteorias se están acercando a Europa, con vocación de quedarse en nuestras escuelas.
Solemos pensar –escribe el autor- que los movimientos fundamentalistas contra la evolución son una tara exclusiva de Estados Unidos, una peculiaridad suya que no debe preocuparnos a quienes vivimos en países sensatos son religiones flexibles y relativamente modernizadas. Pensamos que el creacionismo militante (ahora llamado “diseño inteligente”) ni siquiera es un fenómeno general, pues sólo se restringe a los seguidores de ciertas sectas protestantes en las regiones más profundas y catetas de Yanquilandia. Es una bobada más entre muchas otras que inventan en ese país de chiflados, ¿no? Además, allí cuentan con buenos intelectuales y excelentes científicos, y todos ellos forman una piña en contra de este asunto. Estamos bastante tranquilos al respecto pero, ¿no es cierto que, tarde o temprano, muchas de las estupideces cultivadas en los fértiles EEUU acaban arraigando con fuerza en el resto del mundo?
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