En España están abiertas cuestiones que tienen que ver con pasiones más que con razones.
ESAS SEÑORAS manifiestamente irritadas que, durante la manifestación convocada por la Asociación de Víctimas del Terrorismo con el apoyo del PP, increpan a gritos al alcalde de Madrid, ¿por qué están tan fuera de sí? El enojo a que dan rienda suelta por sus bocas de par en par abiertas contrasta visiblemente con el semblante más bien tranquilo, casi risueño, de que hacen gala la mayor parte de los caballeros en la misma escena, lo que evidentemente quiere decir que el alcalde de Madrid no había proferido palabras susceptibles de provocar tamaña reacción a su presencia.
Pocos días antes de este alboroto, un buen puñado de correligionarios del mismo alcalde increpado trataron de impedir -a base de insultos, pateos y la habitual sarta de zafiedades que el diputado Pujalte luce en la pechera como mayor timbre de gloria- que el ministro de Defensa hablara en el Congreso. No iba el ministro en plan pendenciero ni había metido a nadie el dedo en el ojo: sencillamente trataba de plantear ante los diputados el caso del envío de tropas españolas en misión de paz a Afganistán. Pues, nada, no le dejaron hablar.
Son dos de la larga serie de incidentes...
Santos Juliá en el País de 18-6-06
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