martes, junio 27, 2006

Las tentaciones del diablo

Un millón de euros


JUAN JOSÉ MILLAS

Se me apareció el diablo y me dio a elegir entre que España llegara a los cuartos de final o que me tocara la lotería. Tuve Un movi­miento mezquino y le pregunté de qué cantidad estábamos hablan­do. Me dijo que podía ser un euro o un millón y que no estaba auto­rizado a dar más datos. Conocien­do al diablo, supuse que me toca­ría un euro.

De otro lado, imaginé la decepción general, incluso la mía, si perdíamos contra Francia, sobre todo ahora que los chicos se habían colocado tan bien y que respetaban al entrenador como a un padre. La selección, me dije, había devenido en un ejemplo de comportamiento familiar, aunque faltaba la figura femenina. Los equipos deberían tener un entre­nador y una entrenadora para huir del modelo sacerdotal, sobre todo en unos momentos en los que la familia, como acertadamen­te denuncian Rouco y Rajoy, está tan amenazada por las iniciativas del PSOE.

Es obligación de todos colaborar al mantenimiento de los roles tradicionales con el mis­mo empeño que ponemos en la difusión de los Rolex de siempre.

Le pregunté al diablo qué que­ría decir la expresión "cuartos de final" porque llevo años oyendo hablar de los cuartos de final y de los octavos de final sin saber qué rayos significa. En una de éstas, me lo pregunta mi mujer y la tene­mos. Ya la tuvimos con el fuera de juego, y delante de los niños, que no tienen la culpa del Mundial. Y es que, cuando me enteré de que España había llegado a los octavos de final, interpreté erró­neamente que estaba entre los ocho mejores. Luego, viendo un programa de la Cuatro, advertí con pavor que en los octavos de final había dieciséis. El diablo me reveló que en los octavos de final había cuatro grupos de cuatro equipos cada uno. Y que en los cuartos de final habría dos gru­pos de cuatro. O sea, que, de lle­gar a los cuartos de final, queda­ríamos entre los ochos finalistas. No entendí la mecánica, pero asentí.
—¿Qué prefieres, eso o la lote­ría?, me apremió.
—Que sean los cuartos de fi­nal, dije en un arranque de genero­sidad (convencido de que me toca­ría un euro, claro).

Esa tarde, estábamos viendo un partido del Mundial (no iba a ser de la Liga, no los grabo, no soy un perverso) cuando mi mujer intentó explicarme qué eran los octavos de final. La miré con ho­rror y advertí que se lo había expli­cado el diablo. De qué, si no, iba a saber ella una cosa así. Le dije que ya lo sabía y dedujo, por su parte, que yo también había he­cho tratos con Satán. No logré averiguar qué le había propuesto a ella, pero me llamó idiota (y, lo que es peor, patriota) cuando le conté lo de la lotería.
—Conociendo al diablo, aña­dió, seguro que era un millón de euros.

El País 27-6-06

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