Cada generación se enfrenta con sus padres, la generación anterior. Es ley de vida, parte del proceso de creación de una personalidad propia, de una persona diferente de la anterior. El joven quiere ser nuevo, distinto de sus padres; los padres se resienten de su perdida juventud y entusiasmo y con facilidad se ponen para todo en lo peor. Así, la ropa, las costumbres y, sobre todo, las diversiones son desde tiempo inmemorial causa de conflicto intergeneracional.
Cada generación se promete que a ellos no les ocurrirá con sus hijos. Cada generación se encuentra, para su asombro y pavor, comportándose con sus vástagos como sus padres lo hicieron con ellos. Las generaciones cambian, la 'carcundia' permanece. Hoy, las generaciones que tuvieron broncas con sus padres por el rock y los vaqueros, o por la 'movida' y las hombreras, se dedican con entusiasmo a perseguir a sus propios hijos porque juegan a videojuegos. Y lo que es mucho, mucho peor: reclutan al gobierno, mi gobierno, el que yo pago con mis impuestos, para la tarea.
"No es lo mismo", escucho gritar ya a esos padres: "No es lo mismo; lo nuestro no es 'carcundia', sino genuina preocupación". "Los videojuegos",estarán argumentando, "son violentos, nocivos, feos, y no pueden por menos que ser perniciosos para....todo el artículo .
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