En el bachillerato que yo estudié, y luego en la universidad, existían las tres Marías. Las tres Marías eran asignaturas como de relleno que, a medida que íbamos creciendo, se convertían asignaturas de pasar y tirar. Es decir que nadie – o casi nadie – las hacía caso, porque se aprobaban sin ningún esfuerzo y eran tomadas por el alunado como una ligera molestia que había que superar al pasar el curso, aprendiendo uno apuntillos y haciendo alguna cabriola.
FORMACIÓN DEL ESPÍRITU NACIONAL, religión y gimnasia: las tres Marías. En los colegios más “in” y a la última se tomaban en serio la gimnasia por influencias extranjeras o de la perseguida Institución Libre de Enseñanza. Pero en el mío, y en casi todos los demás, la gimnasia era un ejercicio torpe y ridículo- vestíamos pololos para no herir la sensibilidad de las monjitas- y levantábamos los brazos mientras la profesora (una falangista que nos daba también formación del espíritu nacional) tocaba un pito sin demasiada convicción para mover aquellas alumnas nada estimuladas por el ejercicio, que las monjas miraban con desconfianza.
SI LAS TRES MARÍAS gozaban de poco prestigio en el Bachillerato, eran como una rémora que provocaba nuestras burlas y el más absoluto desinterés en la universidad. Curiosamente, el efecto de aquellas asignaturas fue el contrario al que se esperaba. Nos aprendíamos de memoria los 27 puntos del Libro Verde de la Falange y ¡bastante religión teníamos ya con la que recibíamos desde los cuatro años en el colegio de monjas o en el de curas! Después he sabido que la misma reacción “en contra” tuvieron los alumnos que recibían las clases obligatorias de marxismo en los países del Este.
¿Y ESTA REFLEXIÓN A QUÉ VIENE? Supongo que la conclusión es que ese tipo de asignaturas antes o después se convierten en Marías- una pena lo de la gimnasia- y además obtienen el efecto contrario al deseado. Ya se llamen de formación cívica o del espíritu nacional. Se entienden como doctrina y la “doctrina” poco o ningún éxito obtiene en mentes vivas y despiertas. Las virtudes cívicas y el respeto al otro se aprenden en la convivencia cotidiana, en la familia y en la actitud de los profesores que imparten todas las asignaturas. Es algo que se mama y de poco sirve una asignatura especial que se verá siempre como el “rollo” moralista, impartido por un profesor o una profesora que se preguntará por qué le ha tocado a él ese muermo para rellenar horario.
Este es un artículo de Lourdes Ortiz en el semanal mujer de hoy, que me ha recordado mucho mis tiempos de estudiante, es lo mismo que yo viví, el profesor de gimnasia era un Joseantoniano de la OJE muy mal encarado que además nos daba FEN, formación del espíritu nacional, y a eso voy, esto de la ciudadanía igual está bien, quien sabe, pero suena como al espíritu de 1984 de Orwell, el comienzo de ese final, es verdad que se necesitan unas normas básicas para convivir pero si esas normas hay que darlas como una asignatura, va a ser muy interesante ver los contenidos, porque claro esto es como todo, la ciudadanía no la ven todos igual, y las normas básicas quizás ya tienen que venir muy masticadas de casa, el respeto a los demás se debe de enseñar en la escuela pero debe de ser a mi juicio una continuación de algo que se ha debido de venir viendo desde muy pequeños en casa. Estaremos atentos.
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