Una mujer estaba sentada en un bar cuando entró el tío más bueno que jamás había visto.
Era alto, con un pedazo de cuerpo, guapísimo, y cada movimiento suyo era tan sensual que la mujer no pudo dejar de mirarlo.
El hombre se dio cuenta, se le acercó y le susurro al oído “haré cualquier cosa, lo que tu hayas fantaseado por 50 euros. Sólo con una condición que me lo pidas con tres palabras”.
La mujer le miró a los ojos, flipada por lo que aquel musculoso hombre le había dicho.
Considerando su proposición, y sin pensárselo un momento, escribió su dirección en una servilleta y le puso el dinero en la mano.
Luego se arrimó a él y le susurro en el oído su pedido en tres únicas palabras:
LIMPIA MI CASA.
Que el único impedimento para que una mujer pueda trabajar sea el que tiene un hombre, que tenga el mismo salario y que no haga falta el día de la mujer trabajadora para recordárnoslo.
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