lunes, septiembre 05, 2005

LA IDEA DE RAZA CARECE DE BASE CIENTÍFICA

¿Qué nos dice la ciencia de la evolución sobre las razas humanas? por Ardea Skybreak

Francis Collins anuncia que en un plazo de diez años se identificarán los factores genéticos de la diabetes y las patologías cardiacas Craig Venter dice que «el entorno es tan importante como el genoma» en la aparición de enfermedades

«Todos nosotros somos en esencia gemelos idénticos». Así de tajante fue ayer Craig Venter, director de Celera Genomics, al referirse a la similitud del ADN de todos los humanos. Y es que el "libro de la vida" derriba el concepto tradicional de raza. Cualquiera de nosotros comparte con otro de sus congéneres el 99,99% del código genético, independientemente del grupo étnico al que ambos pertenezcan. Es más, los individuos de diferentes grupos raciales se asemejan entre sí más que los de un mismo grupo.

Venter, que ha elaborado su versión del genoma a partir del ADN de cinco personas de diferentes etnias, precisó que dos humanos cualquiera sólo difieren «en 2,1 millones de pares de letras genéticas uno de otro. Probablemente, sólo unos pocos miles [de letras] expliquen las diferencias biológicas entre nosotros». Dado que el genoma está compuesto por 3.000 millones de pares de letras, es lógico que el científico considere a todos los hombres y mujeres del planeta casi gemelos.

«Desde una perspectiva genética, todos somos africanos, residamos en África o en el reciente exilio», indicó Svante Paabo, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, con relación al origen geográfico de nuestra especie. Como dijo Roger-Gérard Schwartzenberg, ministro francés de Investigación, ayer fue «un mal día para los racistas y los defensores de la xenofobia». Pero, para el resto de los 6.000 millones de habitantes de la Tierra, fue una jornada para la esperanza. Más en el excéptico digital.

Pinchando en la foto hay un artículo de Ardea Skybreak. Aquí más de sus opiniones.

Para el que esté interesado y quiera navegar a través de la hominización.

Los cristianos quieren desterrar a Darwin

Como los cirujanos psíquicos filipinos, los adivinos japoneses, los cazadores de poltergeists o los “médicos” que tratan enfermedades en Tailandia con pastillas fabricadas con Escrituras Sagradas pulverizadas, el creacionismo colma las necesidades emocionales poderosas que la ciencia suele dejar insatisfechas.

Te creo mucho, poquito, nada.

Nadie estuvo ajeno a la “peligrosa” idea de Darwin. El golpe se sintió entre teólogos y pastores que con esfuerzo todavía hacían lo imposible para remar en las insolvencias intelectuales de las interpretaciones literales de la Biblia. La grieta entre ciencia y religión, abierta por Galileo, desde entonces no dejó de crecer.

Si bien fue en 1650 cuando el obispo John Ussher calculó, tras meses de estudio bíblico, la fecha –a su entender– exacta del comienzo del ex nihilo universo (22 de octubre de 4004 a.C.), las ideas creacionistas corrían cómodamente en el tamiz ideológico hasta bien entrado el siglo XIX. Las evidencias científicas se enfilaban en su contra, pero ellos seguían insistiendo férreamente en su dogma y en su mundo joven: Dios había creado el universo, la Tierra y los seres que la habitan en un acto milagroso, y la existencia irrefutable del diluvio universal. En

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