martes, enero 03, 2006

Al calor de las letras


ES uno de los regalos más fáciles, manidos y casi siempre enriquecedores: el libro. Dar con el título adecuado puede resultar una tarea difícil. Más si el receptor es o ha sido una «rata de biblioteca», si el emisor apenas lee o si ambos son devoradores de letras. En cualquier caso, las librerías ofrecen variedad, tanta como el mercado editorial, lo que deja unas posibilidades casi ilimitadas. Anunque los mejores consejos sobre libros se pueden ver en el rincón de Grial y solodelibros, yo aconsejaré también los siguientes, vistos en el diario de Navarra.

La mercadotecnia manda, así que las librerías se afanan por seguir una estrategia: cuanto más se vea el libro, mejor. Y los libros que más se ven son los que más se venden (y viceversa). Carlos Ruiz Zafón y Antonio Gala se rozan los lomos de sus tapas duras de edición de cartoné. El primero sigue arrasando con La sombra del viento (ed. Planeta), y en una vuelta de tuerca más, ofrece ahora por unos 27 euros la novela junto con un CD con música compuesta por el propio Ruiz Zafón. Una buena idea, sin duda, más allá de las dotes compositivas del autor barcelonés.

Antonio Gala es un clásico entre los libros-regalo. Quizás El poema de Tobías desangelado (Planeta) resulte un elección más complicada por eso de que la poesía no vende, aunque tratándose de Gala y de sus seguidores fieles, quizás funcione. «La alegría, la ilusión, el entusiasmo, el deseo, la euforia, el fervor, la duda, la decepción, la tristeza, el desánimo y la esperanza acompañan al lector que viaja por sus páginas deteniéndose para recordar los versos que lo retratan», dicen en la sinopsis. Para morir de paroxismo, vaya.

Vargas Llosa es otro gurú de la literatura hispánica y como tal tiene un lugar preferente en las estanterías. El pez en el agua (Alfaguara, 21,50 euros) recorre la niñez, adolescencia y juventud de este peruano universal. Y El zorro (Plaza & Janés, 21 euros), el espadachín justiciero, viaja en su juventud a Barcelona para ampliar horizontes y descubrir, de paso, el amor. Aunque a más de uno le extrañe, la autora de esta novela es Isabel Allende.

Lucía Etxebarría utiliza un título elocuente, Yo no sufro por amor (MR, 19 euros), para adentrarse en el vilipendiado género de la autoayuda, aunque con la pluma sagaz y el humor característico de la escritora vizcaína. No es, evidentemente, un libro de ayuda al uso.

Flamante Premio Nobel de Literatura y valiente detractor de la guerra de Irak en aquel discurso digital, Harold Pinter llega con su única novela a las librerías españolas. En Los enanos (ed. Destino, 17 euros), Pinter hace «una combinación de ironía y tribulación en lo que ya es, por méritos propios, un clásico inmarcesible de la literatura», dicen desde la editorial. La rivalidad masculina invade la amistad de cuatro jóvenes ingleses tras la segunda guerra mundial. Amor, amistad y traición sostienen esta trama cargada del humor desgarrado de Pinter.

Pero si a su regalado le gusta saborear un libro, incluso dedicarle un tiempo extra para no perder un ápice del sentido de las palabras una buena propuesta es El fulgor de la pobreza (Alfaguara, 16 euros), de Luis Mateo Díez. Que no me digan que no es excitante la historia de un tipo acomodado, con todo a su favor, pero que anhela una vida con la extraña excitación que le produce la pobreza material. Así es el primero de los tres relatos de este libro.

De leonés a leonés. Andrés Trapiello nos lleva hasta El jardín de la pólvora (Pretextos, 35 euros) en el 13º volumen de su Salón de los pasos perdidos, ese diario que va enriqueciendo día a día (valga la redundancia) como una novela cotidiana y en el que se pregunta cosas como «¿dónde podrá uno redimirse de las pequeñas miserias de la vida?».

Más autores que conviven con cierta armonía con su vida para plasmarlas en libro. El siempre brillante Alfredo Bryce Echenique publica el segundo tomo de sus Antimemorias (Anagrama, 22 euros), en este caso precedidas por el título Permiso para vivir. El escritor peruano evoca episodios de su vida y obra prescindiendo de la anécdota y dando así una dimensión más allá de la narración de batallitas.

«Un tipo capaz de gastar la broma siniestra y groserota que le soltó a Abraham mandándole el sacrificio de su hijo, para luego cambiarlo por un cordero (lo cual no deja de ser otra burla) no podía merecer mi estima», escribió Eduardo Haro Tecglen en El niño republicano (Suma de letras, 7,50 euros), la gran obra de este autor recientemente fallecido con la que se reivindicaba a sí mismo.

Michel Houellebecq es otro enfant terrible, el nuevo enfant terrible de la literatura francesa. El autor de la entretenida Las partículas elementales que llega ahora a las librerías con la flamante La posibilidad de una isla (Alfaguara, 20,50 euros), la historia de Daniel y sus últimos años de vida, sus relaciones sexuales y amorosas y su contacto con una secta cuyos miembros aseguran que el ser humano alcanzará la inmortalidad.

Como se ve, libros hay de todos los temas. Pero lo importante es leerlos.

Ruperto Mendiry en Diario de Navarra

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