"Los papas mueren, pero no enferman". Es una máxima que circula desde siempre en los ambientes vaticanistas. La segunda y urgente hospitalización de Juan Pablo II en el policlínico Gemelli para ser sometido a una traqueotomía debido a problemas respiratorios (la novena ocasión en que es internado en el mismo centro desde el atentado de Ali Agca, en 1981) no ha hecho sino acrecentar la alarma en la Curia romana, donde se abren paso nuevas elucubraciones sobre una eventual abdicación del pontífice.
"(...)muchos se cuestionan si la prolongada tortura que sufre es útil y necesaria para la Iglesia. Wojtyla es un Papa devorado por el dolor, una sombra que viaja prisionera de un cuerpo inválido y atormentado que se aproxima a la terminal de su pontificado cargando con tres grandes cruces que ensombrecen su dinámico mandato al frente de la Iglesia: el hielo con la comunidad hebraica, el desencuentro con los ortodoxos y el escándalo sexual de obispos y sacerdotes, particularmente en EEUU, además de la Europa que no quiere abrazar el cristianismo en su Constitución. (+)
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