En España, la gente está dividida entre los que son muy americanistas y, los que no quieren ni oir hablar de ellos. Pero en lo que si estamos de acuerdo casi todos es que no nos gustan sus simbolos más representativos, hamburguesas y coca colas.La hamburguesa tiene un aura diabólica de comida basura-que puede que lo sea-que, si comentas con alguien que fuiste a un Mc. Donalds te miran raro, incluso los que están a favor de los americanos, como si fueses un colaboracionista que estás trabajando a favor de que la dieta mediterranea pase a la clandestinidad, eres un antipatriota porque...se empieza con una hamburguesa, se sigue con ese "malaje" bonachón de Papa Noel, y con eso de hablar todo en inglés y se acaba con la Santa Tradición Española y de las Jons.
Y encima no es cardiosaludable, dicen, y con lo bueno que un vasito de vino tinto español, comentan, sin uno saber a cuento de qué, tiene que ver el vino con que uno haya sucumbido a un pequeño capricho.
Yo por mi parte creo que no hay que confundir el pollo, con el repollo, ni la comida con el patriotismo, lo mejor es no abusar de nada que no sea de la amabilidad y el respeto a los otros. Para que algo sea bueno, para que te siente bien lo mejor es en pequeñas "diocesis", que dice con mucha gracia un amigo mio.
No se está a sueldo de Washington por comer una hamburguesa de vez en cuando, que por cierto, parece ser, es una contribución alemana a la dieta norteamericana, como todos los técnicos que importó de la alemania nazi para acabar de fabricar sus bombas y sus programas espaciales.
Mi madre cuando era un escolar nos las solía poner de segundo plato, con patatas fritas y les confieso que era una consumada artista de la dieta mediterránea, tengo que decir que ella las llamaba filetes rusos, lo mismo que la ensaladilla, que también la llamaba rusa, dejo bien claro, que ni los políticos, ni la gente de entonces pensaban que los que así las nombrábamos estuviéramos a sueldo de Moscú, recalcando que cualquier tontería, por más nimia que fuese te podía poner en el disparadero político. Todo esto pertenece a los retazos de mi leyenda.
Comidas basura las comemos todos los días, y no sólo de la que engullimos por la boca con todos esos restos de pesticidas, hormonas, conservantes, colorantes y demás pequeños detallitos de nada, además nos tragamos comida basura de la que se fragua en las oficinas de prensa, agencias de noticias, conferencias episcopales y demás medios de transmisión oral, visual o clérico-doctrinal.
Se oye “tienen armas de destrucción masiva” o “venimos a traer la democracia” o “somos los más honrados” sin decir en comparación con quien, y aunque por la boca muere el pez, da igual, al pez se le hace la cirugía mediática y se convierte en una trucha al horno que nos sabe mejor que el pacharán con hielo, que es una de mis bebidas favoritas.
Nada pues, a procurar separar la paja del grano, no tragarse nada sin mirar y comer muchos pocos de todo, será la única manera de no intoxicarnos a mogollón, sino poquito a poquito, y si por comer unos cachos de pan con un poco de carne picada de vez en cuando, se nos puede tachar de antipatriotismo o antiespañolidad, quizá fuera mejor fomentar otro tipo de “ismo” como el compañerismo u otros conceptos que también acaben en “ad”, como la amistad y la lealtad, con las que no se puede hacer un bocadillo, pero que éstas si que alimentan, y a veces, no siempre, dan alguna satisfacción, que le da sal a la vida.
Mi madre cuando era un escolar nos las solía poner de segundo plato, con patatas fritas y les confieso que era una consumada artista de la dieta mediterránea, tengo que decir que ella las llamaba filetes rusos, lo mismo que la ensaladilla, que también la llamaba rusa, dejo bien claro, que ni los políticos, ni la gente de entonces pensaban que los que así las nombrábamos estuviéramos a sueldo de Moscú, recalcando que cualquier tontería, por más nimia que fuese te podía poner en el disparadero político. Todo esto pertenece a los retazos de mi leyenda.
Comidas basura las comemos todos los días, y no sólo de la que engullimos por la boca con todos esos restos de pesticidas, hormonas, conservantes, colorantes y demás pequeños detallitos de nada, además nos tragamos comida basura de la que se fragua en las oficinas de prensa, agencias de noticias, conferencias episcopales y demás medios de transmisión oral, visual o clérico-doctrinal.
Se oye “tienen armas de destrucción masiva” o “venimos a traer la democracia” o “somos los más honrados” sin decir en comparación con quien, y aunque por la boca muere el pez, da igual, al pez se le hace la cirugía mediática y se convierte en una trucha al horno que nos sabe mejor que el pacharán con hielo, que es una de mis bebidas favoritas.
Nada pues, a procurar separar la paja del grano, no tragarse nada sin mirar y comer muchos pocos de todo, será la única manera de no intoxicarnos a mogollón, sino poquito a poquito, y si por comer unos cachos de pan con un poco de carne picada de vez en cuando, se nos puede tachar de antipatriotismo o antiespañolidad, quizá fuera mejor fomentar otro tipo de “ismo” como el compañerismo u otros conceptos que también acaben en “ad”, como la amistad y la lealtad, con las que no se puede hacer un bocadillo, pero que éstas si que alimentan, y a veces, no siempre, dan alguna satisfacción, que le da sal a la vida.
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