El proyectil enviado desde Estados Unidos contra el pobre cometa Temple 1 es un milagro: dar en un punto exacto de un cuerpo móvil a 140 millones de kilómetros de la Tierra es sorprendente. Servirá para estudiar los orígenes del sistema solar, dicen. Lo preocupante es que puede servir para crear el fin del sistema solar. Más modestamente, indica que una bomba nuclear puede caer en el punto exacto de la simple Tierra en el instante en que se desee; toda ciencia es militar. Se ve que la preocupación por la pequeña bomba coreana que aún no es nada, o por el reactor de los iraníes, es puramente académica: cualquiera de esos países puede desaparecer cuando convenga. El escozor moral que produce esta idea es producto de la arcaica conciencia que aún nos queda para nuestro uso personal. [+ en Eduardo Haro Tecglen ]
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