A PUNTO DE COMENZAR las vacaciones, sigo sin ver aclarado el mayor misterio de la temporada: ¿a qué va la gente a Corporación Dermoestética? Durante todo el año han salido anuncios a toda página en la prensa, anuncios que han sido lucecita de esperanza de tantas y tantas oficinas y cuarteles, anuncios que prometían un mundo perfecto de escotes profundos más allá del fluorescente, anuncios con unas mujeres que malamente pueden tener queja de su físico, anuncios con un texto que dice: "Yo también voy a Corporación Dermoestética". Y seguramente está muy bien que vaya, pero ¿a qué vas, maja? ¿A dar envidia al resto de la clientela? ¿Qué es lo que tenías mal? Estos anuncios, si no van acompañados de las tradicionales fotografías con el "antes" y el "después", la verdad, son poco ilustrativos. Para pasar el invierno están bien, pero como información resulta pobre.
Aunque eficaz: en su reciente salida a bolsa, Corporación Dermoestética se revalorizó un 20%.
Para rematar la campaña de invierno, una avioneta debería sobrevolar las playas españolas arrastrando una pancarta con la leyenda: "Ustedes no han ido a Corporación Dermoestética". En fin, ya he nombrado varias veces la empresa. Alguien pensará que estoy buscando un lifting, o lo que sea que se hace. Por suerte, tengo coartada, porque no soy metrosexual. Mi neceser cabe en el monedero.
Sí que pensé alguna vez pasarme a metrosexual. Viendo a Beckham, quién no. "Quiero ser como Beckham". Claro. Pero, amigo, en esto de ser metrosexual hay mucha trampa.
Te dicen lo de ponerte cremas, lo de cuidar la apariencia, oler bien, vestir elegante, lavarte los dientes y hacerte trenzas de colores... pero nadie te dice lo de fregar platos. Con el rollo del hombre sensible, sentimental, cariñoso, amable... acabas fregando platos en casa. Y de los platos se pasa a la cocina completa; de la cocina, al cuidado de los niños, y, sin darte cuenta, al regresar de vacaciones tienes que pedir una reducción de jornada por incompatibilidad de la vida laboral y la vida familiar.
Y yo pregunto: ¡Hombres de España! ¿Vamos a permitir que siglos de poderío se vayan al garete por la moda metrosexual, por la efímera estampa de Beckham? ¡No, amigos, no!
Como sucede siempre cuando se acercan las vacaciones, he contado los años que llevo trabajando, que no son muchos, pero ya son veintidós, tontamente. En estos años no he conocido ninguna mujer para quien la conciliación de vida laboral y vida familiar no fuera un problema en algún momento. Y, en cambio, no he conocido a ningún hombre para quien sí fuera un problema en cualquier momento. Un séptimo sentido me indica que, más allá de la experiencia personal, podría haber una situación general.
Para después del verano se anuncian leyes de Igualdad, de Autonomía Personal y de Dependencia. Nunca se podrá decir que quedamos cortos de leyes. Habrá que ver cuántas plazas de guardería, cuántas residencias, cuánta atención domiciliaria y cuánto dinero llevan esas leyes para evitar quedar convertidas en maquillaje o reparación estética. Pero eso es ya para después del verano. Seguro que ZP lo tiene claro. No en vano es feminista. Prácticamente metrosexual. Me gustaría conocer su neceser para saber si va de boquilla. El País
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