Un imán escribe un libro diciendo cómo golpear a las mujeres sin dejar huella, y las asociaciones de mujeres le llevan a los tribunales y los jueces le mandan a la cárcel (dejemos a un lado la vergonzosa liberación posterior).
En Holanda otro imán escribe que a los homosexuales es lícito arrojarlos al vacío desde lo alto de un edificio y lo mandan a la cárcel.
Sin embargo, un anciano dice en su «testamento ideológico» que tras las uniones homosexuales hay una «ideología demoníaca», que «el mal se esconde en las democracias», que el aborto es una forma de exterminio equiparable al Holocausto... y le seguimos llamando Santo Padre.¿Nadie va a parar los pies a este individuo dispuesto a morir matando, dejando un testamento ideológico reaccionario que promueve el odio?
Me niego a ser respetuoso con una persona que teniendo la posibilidad de hacer la vida más fácil a los demás, pudiendo evitar muertes, desgracias y sufrimientos, ha dedicado sus últimos años de vida a convertir a lesbianas y gays en el objetivo de las iras fundamentalistas. ¿De veras creyentes y feligreses se sienten concernidos por estos mensajes? Si es así, gays y lesbianas debemos saberlo para irnos preparando, pero si no lo es, ¿a qué esperan a decir a sus párrocos que por ese camino no cuenten con ellos? Por algún sitio hay que empezar y yo no quiero esperar a que sea demasiado tarde.
David Montero González/(Bruselas)
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