martes, abril 26, 2005

AZNAR VITALICIO

CONSEJO DE ESTADO

Hemos tenido la oportunidad de ver al expresidente Aznar tomar posesión de su cargo en el Consejo de Estado como consejero nato de carácter vitalicio, según lo dispuesto en la Ley Orgánica 3/2004, de 28 de Diciembre (BOE 313 de 29 de diciembre), en su exposición de motivos y en su disposición transitoria.

La cuestión es si en tan alta institución del Estado que actúa, además como órgano consultivo del Gobierno, los consejeros natos vitalicios deberían abandonar todo cargo en sus partidos políticos de filiación y organizaciones afines en aras, claro está, de una mayor objetividad de sus juicios y tal como parece abrirse en la exposición de motivos de dicha ley ( apartado II) al mencionar que podría haber un desarrollo reglamentario que determine su estatuto jurídico personal. José Antonio Rodríguez Valcárcel. Madrid



AZNAR Y LA SUPERIORIDAD MORAL

En su última intervención pública del 19 de abril, el expresidente Aznar hizo, entre otras, las siguientes declaraciones: “ El centro reformista es la conciencia clara de que las ideas de la libertad son superiores a las ideas del socialismo. Superiores por sus resultados, pero también moralmente superiores”.

La frase en antidemocrática en el sentido más radical posible: en sus propios fundamentos. La democracia supone aceptar que no hay opciones políticas que pueden ser superiores moralmente a otras. Pueden ser más eficaces, más convenientes en un momento u otro, pero nunca preferibles moralmente. Sólo cabría hablar de inferioridad moral en aquellas opciones que niegan la democracia y que abogan por el terrorismo o el racismo, por ejemplo. En el resto no habría superioridad moral posible, sino si acaso seguidores de esas tendencias políticas que individualmente puedan ser mejores moralmente.

Si un programa político socialista (PSOE) o centro reformista en la denominación aznariana (PP) es superior a otro, eso supondría que podríamos hablar de que sus millones de votantes son superiores moralmente a los del otro.
Entonces, llamar pepero o socialista a alguien no sería lo único que legítimamente puede ser, una descripción ausente de valoración moral, sino que pasa a convertirse en un insulto.

La democracia supone respetar al otro, aunque sus opciones políticas no sean las mías. No es posible respetarlo si me conceptúo como mejor a él. Supone aceptar también que mi opción política puede estar equivocada y que la rival puede ser superior. Como no sabemos cuál es la opción mejor, acudimos a las urnas y votamos.

Un diputado socialista ha caído en un error similar al de Aznar al llamar fachas a sus adversarios en el pleno de las Cortes del día 20. con esos insultos volvemos a tiempos de enfrentamientos ( fachas y rojos) que debían ser cosas del pasado y que desgraciadamente vuelven a aparecer periódicamente. Antonio Galiano Martínez. Murcia.

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