domingo, abril 24, 2005

QUERIDO DIARIO

Querido diario:

El país sigue raro. Ha pasado un año, y tenemos un presidente de Gobierno que predica el laicismo con un mensaje evangélico: bondad infinita y acabar con el hambre en el mundo. La oposición conservadora, de inspiración cristiana se burla y le llama tonto. ¡Acabar con el hambre en el mundo!, se rien. Por fortuna, se definen como un partido de inspiración crostiana. Si llegan a ser ateos sin escrúpulos, a saber lo que dirían. Que el presidente del Gobierno es cómplice de los terroristas no, porque eso ya lo dicen ahora.

Ciertamente ZP tiene arte, porque colaboró con Sadam Husein en la guerra de Irak, con Al Qaeda en Madrid y ahora con ETA en el País Vasco. Menudo historial. Un bicho.
Otra cosa: Santiago Carrillo intentó autolesionarse en una librería de Madrid, y aunque no lo logró, hirió a algunos de sus acompañantes. No se descarta otra posibilidad: que ZP se infiltrara en la ultraderecha, de natural pacífica, para provocar un altercado.


La presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, ha tomado cartas en el asunto del hospital de Leganés, otro caso de vida o muerte que se debate en la política española con serenidad y moderación, como es costumbre. Aguirre ha hecho una declaración interesante: "Mi consejero lo ha hecho bien". Es una suerte. De haberlo hecho mal, tendría que destituirle, o reprenderle, por lo menos, pero como lo ha hecho bien, no. Esto va así. Es una suerte que tienen los políticos:descubrir que el bien y el mal están siempre donde conviene.

No debe confundirse esto con el relativismo moral que denuncian Benedicto XVI y José María Aznar I. Hablando del rey de Roma, nuestro presidente del Gobierno en el exilio sigue recabando apoyos en el interior. Con su buen humor habitual, Aznar definió los resultados electorales en el País Vasco: Una tragedia, dijo. Aznar es como la vie en rose, pero en noir. Una tragedia. Seamos precisos. No dijo exactamente eso. Exactamente dijo" una gran tragedia". Seguro que para Mariano Rajoy resulta estimulante sentir permanentemente el aliento de Aznar tan cerca.

Antonio Martínez. El País

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