El presidente de la patronal CEOE (qué rayos querrá decir CEOE) había invitado a comer al presidente del Gobierno y el fotógrafo los sorprendió en la calle. Hay otra instantánea de esta serie en la que Cuevas está ya completamente oculto tras el cuerpo de su invitado, de manera que sólo se aprecian sus manos.
La imagen recuerda a la de un empleado de grandes almacenes trasladando, o colocando en el lugar adecuado, a un maniquí. Y ahí es donde aparece el subconsciente de Cuevas, al que le gustaría ser el ventrílocuo de la autoridad política. Usted aparece como el que manda, pero yo manejo los hilos. El mundo empresarial tiene una curiosa vocación ventrílocua. Su sueño es expresarse a través de los gobiernos legítima o ilegítimamente constituidos. Que los jefes de Estado o los presidentes muevan los brazos y las bocas con apariencia de autonomía, de acuerdo, pero al servicio del capital. Con frecuencia, lo consiguen. De hecho, no sabemos quién manda en el mundo, si los gobiernos o las grandes corporaciones.
Pero también es cierto que la vista engaña. Hay muñecos que en mitad del espectáculo se revelan como el director de escena. La frontera entre el muñeco y el ventrílocuo es más frágil que la que separa la realidad de la ficción (véanse las Noticias del guiñol). Aquí todavía no ha terminado el espectáculo, así que habrá que esperar.
En cualquier caso, maldita la gracia que le hace a Zapatero que ese individuo, cuya cara es el espejo de su alma, trate de manejarle de ese modo. Pero no es cuestión de armar un escándalo en medio de la calle, ni de competir con él en falta de educación, por lo que ha preferido esclerotizar el gesto y la postura pidiendo que pase de él ese cáliz.
Tal vez, mientras escucha los disparos del fotógrafo, esté recordando que Cuevas, como Rouco Varela, pidió en su día el voto para Aznar. Tal vez CEOE quiera decir Conferencia Episcopal de Organizaciones Empresariales, pues algo en común hay entre unos y otros, entre los obispos y los empresarios. ¿No se imaginan perfectamente a Cuevas con una sotana, al lado de Rouco, vociferando improperios contra los homosexuales? ¿O a Blázquez presidiendo el consejo de administración de una multinacional de anticonceptivos? El dinero tiene su mística y sus rituales y su Dios, que suele coincidir con el del Vaticano.
¿Y de qué hablaron durante la comida? Pues de la reforma del mercado de trabajo, que es como la unidad de España: ustedes nacieron oyendo hablar de ella y se morirán oyendo hablar de ella. ¿Y en qué quería Cuevas reformar ahora el mercado del trabajo? En lo de siempre también, o sea, en lo de la flexibilidad. Hay que flexibilizar los despidos. Cuevas llama al despido "extinción de la relación laboral" porque tiene vocación de empresario de pompas fúnebres. El aspecto, como el órgano, crea la función. Pues bien, el hombre dijo que quería flexibilizar el despido para reducir la temporalidad creada por él mismo. Usted concédame el despido gratis y yo le haré contratos indefinidos a todo el mundo, propuso a Zapatero. Qué listo. No sabemos quién pagó la comida, pero no nos extrañaría que le hubiera pasado la factura a los sindicatos.
Juan José Millás. El País
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